el camino de la vida
El camino de la verdad
La senda que recorro me acerca cada vez a mi destino, busco un refugio en la montaña y no lo encuentro y aunque mis piernas me duelen sigo caminando.
Así el peregrino avanzaba pesadamente mientras se acercaba a la montaña sagrada, era el hombre octogenario, pero aun estaba de muy buen ver, se notaba en su físico la disciplina marcial de toda una vida, dedicada al estudio y el trabajo interno, en su rostro llevaba el signo de aquellos que a pesar de las dificultades nunca se han rendido.
Mientras ascendía por el sendero armado con su bastón y su capa, comenzo a hacer balance de su vida, de aquello que lo motivo para luchar, de su arte reflejado en cada una de las cosas que toco, del amor y el éxtasis de sus amantes, de la energía contenida en un frasco de cristal, del amor, de su compañera y del regalo de los hijos que ella le dio, del reconocimiento de sus amigos, sonrió .....había sido una buena vida.
Pero ahora sentía que la llama de su consciencia ardía al máximo, que la luz en su cabeza estaba en un punto álgido sin retorno (se moría a toda prisa y lo sabia) quedaba el ultimo reto, el ultimo enfrentamiento con la experiencia, y allí estaba subiendo el monte Kailash.
La gran montaña, el trono de los dioses, una gigantesca pirámide de hielo azul, un lugar sagrado que le había llamado desde que tenia uso de razón, y que por fin se entregaba a el, prohibido subir las laderas, prohibido hollar la cima, prohibido enfrentarse a los dioses, prohibido .....
Y el seguía subiendo hacia la cima sin detenerse, sin dejar de avanzar,como siempre había hecho en su camino, la gran ventisca que lo envolvía y que dejo atrás a peregrinos, sacerdotes y policías, no iba a detenerlo ahora.
A mediocamino de ninguna parte el viejo se detuvo, sus piernas les pidieron una tregua y el a regañadientes se sentó, sus manos estaban heladas y la raída capa apenas era una excusa para el frío, su estomago le recordó que hacía días que no comía.
No caminaría más, su cuerpo se negaba a ello, el dolor era terrible, se sumergió en sus pensamientos, "somos aquello que deseamos ser", "aquello para lo que nacimos", los antiguos preceptos, las frases de ayuda dejaron de tener sentido, ya no eran necesarias.
Dejo libre la mente, dejo las ataduras de cuanto el samsara era, se sintió libre mas de lo que nunca había experimentado, por fin la luz era perfecta, el murmullo de la vida resonaba en su cabeza como el mar, iba y venia, se acercaba y huía de nuevo...
La dama blanca de la montaña le sonrió y aquella noche de ventisca una luz brillo sobre la montaña
La senda que recorro me acerca cada vez a mi destino, busco un refugio en la montaña y no lo encuentro y aunque mis piernas me duelen sigo caminando.
Así el peregrino avanzaba pesadamente mientras se acercaba a la montaña sagrada, era el hombre octogenario, pero aun estaba de muy buen ver, se notaba en su físico la disciplina marcial de toda una vida, dedicada al estudio y el trabajo interno, en su rostro llevaba el signo de aquellos que a pesar de las dificultades nunca se han rendido.
Mientras ascendía por el sendero armado con su bastón y su capa, comenzo a hacer balance de su vida, de aquello que lo motivo para luchar, de su arte reflejado en cada una de las cosas que toco, del amor y el éxtasis de sus amantes, de la energía contenida en un frasco de cristal, del amor, de su compañera y del regalo de los hijos que ella le dio, del reconocimiento de sus amigos, sonrió .....había sido una buena vida.
Pero ahora sentía que la llama de su consciencia ardía al máximo, que la luz en su cabeza estaba en un punto álgido sin retorno (se moría a toda prisa y lo sabia) quedaba el ultimo reto, el ultimo enfrentamiento con la experiencia, y allí estaba subiendo el monte Kailash.
La gran montaña, el trono de los dioses, una gigantesca pirámide de hielo azul, un lugar sagrado que le había llamado desde que tenia uso de razón, y que por fin se entregaba a el, prohibido subir las laderas, prohibido hollar la cima, prohibido enfrentarse a los dioses, prohibido .....
Y el seguía subiendo hacia la cima sin detenerse, sin dejar de avanzar,como siempre había hecho en su camino, la gran ventisca que lo envolvía y que dejo atrás a peregrinos, sacerdotes y policías, no iba a detenerlo ahora.
A mediocamino de ninguna parte el viejo se detuvo, sus piernas les pidieron una tregua y el a regañadientes se sentó, sus manos estaban heladas y la raída capa apenas era una excusa para el frío, su estomago le recordó que hacía días que no comía.
No caminaría más, su cuerpo se negaba a ello, el dolor era terrible, se sumergió en sus pensamientos, "somos aquello que deseamos ser", "aquello para lo que nacimos", los antiguos preceptos, las frases de ayuda dejaron de tener sentido, ya no eran necesarias.
Dejo libre la mente, dejo las ataduras de cuanto el samsara era, se sintió libre mas de lo que nunca había experimentado, por fin la luz era perfecta, el murmullo de la vida resonaba en su cabeza como el mar, iba y venia, se acercaba y huía de nuevo...
La dama blanca de la montaña le sonrió y aquella noche de ventisca una luz brillo sobre la montaña
Comentarios
Me gusta lo que escribis, lo que contás, como lo contás...
Seguí haciéndolo, si?
Abrazotes
Prohibido prohibir
http://www.goear.com/listen/db2d657/prohibido-prohibir-eladia-blazquez
Saludos.